domingo, 27 de junio de 2010

La palabra negada
Por Lupe Tobía


Si a algo he podido acceder en mi análisis es a la palabra. La palabra negada por la insistencia fantasmática, que como ficción ocultaba el agujero de la relación sexual, sufre un viraje y me puedo apropiar de ella para llevarla hasta su desfallecimiento, es decir, hasta el punto de imposible del lenguaje. Límite del decir que nos muestra Vicente Huidobro en Altazor, que concluye no por un final en sí sino porque ya no hay más qué decir: ai a i ai a i i io ia. Es a una letra a lo que se llega al final de un análisis. Una letra, que es la marca del sujeto, trazo fuera del lenguaje, y que es su goce singular, su sinthome. El efecto, un viraje en mi práctica; la palabra no es del Otro, no es mía, la dejo a mis analizantes para que ellos la lleven al límite del decir bajo la dirección de la cura y así poder ir más allá del padre en tanto función, una vez traspasadas las barreras de las identificaciones, efectos del significante, efectos del lenguaje, hasta lograr la travesía del fantasma y así poder acceder al nombre propio, a la letra, como el significante que está fuera de las significaciones, y que por lo tanto no es descifrable. La letra en tanto identidad de la desubjetivación de un analizante. Nombre propio que queda como resto con el cual hay que “saber hacer con eso allí”, cada vez que se presente, porque es lo incurable. Un saber hacer con eso allí que procura una satisfacción corporal.